El nombre surgió en la Marcha Misionera desde Oña, en Burgos, hasta La Bien Aparecida en Cantabria. En el pueblo de Bisjueces visitábamos la Iglesia. El sacerdote nos explicaba que habían comenzado a restaurar la pequeña iglesia, pero que se habían cansado, y que estaba sin terminar. Una pregunta surgió espontánea: «¿Y… si dedicamos parte de nuestro verano a restaurar iglesias necesitadas…?» El aplauso fue la respuesta. Desde ese momento comenzamos a pensar cómo lo podríamos lograr. Juan Robles ya en esa marcha puso el nombre. Otros pusieron otras ideas. El resultado han sido muchas pequeñas iglesias restauradas. Hacinas, Salas de los Infantes, Villanueva de Carazo, Castroceniza, Mundilla, La Virgen de la Vega, San Mamés de Abar, Basconcillos, Trashaedo, La Rad, Arcellares, Villorobe, Tañabueyes, El Espino… son otros tantos nombres que esconden muchos trabajos anónimos.

¿La razón misionera de esta iniciativa? Una muy simple, que la captaron perfectamente los jóvenes de la primera campaña. Decían como síntesis de su experiencia: «Hemos hablado muchas veces de que para ser misionero hay que aprender a servir. Esto es una escuela de servicio en gratuidad. Hay que seguir haciéndola.»

(Ver «Encuentros Misioneros Silos – Silos 25 aniversario» Separata de Glosas Silenses- Año X. Agosto 1999)