En C.S.F. patentamos, sin cobrar ningún derecho, un término: «Vigilia de la luz». Al hacerlo nunca fue intento nuestro hacer teatro.

Muchos han copiado la expresión. Muchas veces me ha parecido que lo han hecho sin alma, vaciando de sentido.

La Vigilia de la luz sólo la entenderás bien, si te paras a leer antes el mandato misionero contado por San Lucas en el libro de los Hechos: «Seréis mis testigos» ( Hechos 1.8 ).

El testimonio es parte importante de la lección de misionología que siempre intentamos dar. Tanto que lo hemos llevado a la liturgia en una creación característica de C.S.F.

La luz es uno de los símbolos preferidos por Jesús. «Yo soy la luz» (Jn 8,12). Si escuchas esta afirmación de Jesús desde Mateo 5 «Vosotros sois la luz… Que brille… Que la vean… Que den gloria al Padre», el ritmo escénico de la luz creciente y el camino del testimonio se funden.

Tomo la luz; acepto que mi vida sea luz; la transmito, enciendo con mi testimonio la luz de otros; todos juntos hacemos que lo que antes era oscuridad ahora sea luz; experimento la presencia luminosa de Dios. de Dios.
La Vigilia de la luz siempre es una celebración de la fe en su dinamismo más exigente.