Una iniciativa de oración misionera.
Son una invitación a familias, a comunidades cristianas a unirse, a formar una cadena de oración. Surge en el Año Internacional de la Familia; un cristiano la fiesta navideña de la Sagrada Familia era el marco normal. Y de la confluencia de esa preocupación mundial por la familia y de una tradición secular de mirar a la Santa Casa de Nazareth nació «Familias en cadena«. La cadena de radio COPE, y la visión certera de futuro del P. José Luís Gago, dominico, hicieron el resto.
Las formas de realizarse han sido varias. Se inició con una cadena de oración desde diecisiete santuarios marianos de toda España. Hicimos retransmisiones desde Tierra Santa. Hemos vivido experiencias de rezar desde Camerún, desde Chile, desde Loreto, desde Roma. Casi siempre el Rosario nos ofreció el molde más común. Fue fácil el recurso a un modo de rezar que todo el mundo cristiano conoce. Así durante siete ediciones.
Hemos experimentado otras modalidades. Un año siete familias abrieron sus casas y nos dijeron cómo reza cada una de ellas, cuando se encuentra en situaciones familiares distintas: Cómo reza una familia con niños pequeños; cómo se integran los jóvenes en la oración familiar; cómo es la oración de una familia con enfermos o disminuidos; cómo aprender a rezar, cuando a casa llegan inmigrantes de culturas y religiones distintas. La experiencia fue muy buena.
La carta del Papa sobre el Rosario de la Virgen María fue una llamada a repetir andaduras. Nos vino a la mente el Rosario misionero con un misterio y un color por cada continente. Los misterios de la Luz, que el Papa acuñaba con acierto, fueron la carta de marear por esta aventura de unir a cinco continentes en una cadena de oración.
Primer misterio de luz: El Bautismo. Nos pareció normal rezarlo junto a la pila bautismal de San Francisco Javier; allí comenzó por gracia la vocación misionera de ese gran creyente, que moría queriendo evangelizar China. El milagro de Caná, presencia de Cristo y su Madre en el brotar de una familia, nos llevó a pensar en las comunidades de América. Ellas quieren convertir el agua de su experiencia religiosa en vino joven de misión, y preparan un Congreso misionero. Y nos reunimos junto al Santo Hermano Pedro de Betancourt, en la Antigua Guatemala. El misionero es para Juan Pablo II el «hombre de las bienaventuranzas». Parecía normal situar el tercer misterio allí donde se habían proclamado como síntesis del Reino, y desde allí mirar a los grandes interrogantes que Asia le pone a la nueva acción misionera. No fue difícil ofrecerle a África el cuarto misterio, la luz de la Transfiguración. Era clave interpretativa de lo que les pasa a las comunidades de ese continente, que mientras hablan de lo mucho que les toca padecer por decisión de otros, esperan seguras el triunfo. El acierto de no dejar por más tiempo sin referencia al gran momento de la institución de la Eucaristía, nos llevó de la mano de la amistad hasta Papúa Nueva Guinea. No olvidaremos la traducción que aquellos creyentes hicieron en su lengua nativa de este quinto misterio: Fue pedir que la Comunión nos ayude a entender la nueva misión. ¡Cuánto tenemos que aprender las antiguas comunidades, si nos sentamos humildes a la mesa de la comunión!
Entre continente y continente en cada misterio volvíamos a España, y rezábamos desde Burgos, Galicia, Salamanca, Granada, Badajoz o Torreciudad.
Familias en cadena es una cita para volver cada año por caminos nuevos de misión.